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Genealogía, ¿cómo? (y parte II)

 A partir de aquel esquema en DIN A3 que tenia dibujadas artesanalmente algunas ramas de nuestro árbol fuimos tomando conciencia de qué hacer, y cómo ir buscando esa misma información del resto de nuestros antepasados. Al principio, con la información más reciente, teníamos dos vías: la civil, de la mano de los Registros Civiles desde 1870 hasta el día de hoy, y la eclesiástica, para las fechas más recientes, en cada parroquia donde nuestros antepasados fueron bautizados, casados y sepultados, hay series de libros donde se han ido registrado esos eventos con el transcurso de los años. Normalmente, los últimos cien años se suelen conservar en las parroquias.

Pronto liquidamos este período, con todo un abanico de posibilidades al tener que tratar con diferentes personas: funcionarios de la administración unos, párrocos e incluso laicos, todos dedicados a múltiples tareas. Muchas anécdotas, muchas satisfacciones pero también algunos sinsabores, iniciados por la visión de una persona que "sin necesitarlo, les da trabajo porque no tienen otra cosa que el capricho de conocer a sus antepasados".
Cuando agotas la vía civil, raramente te queda algo más. Algunas localidades llevaron de la mano de sus ayuntamientos el registro de nacimientos, bodas y defunciones, como a día de hoy lo lleva el Registro Civil, pero raramente más allá de 30 ó 40 años.
La vía religiosa es más duradera. El registro de los tres eventos se ordenó en el Concilio de Trento, por lo que por lo general la creación de las parroquias fue posterior al Concilio, por lo que tal vez con suerte podamos alcanzar los siglos XVI ó XVII. Normalmente, el resto de las series de libros más allá de los últimos cien años se conservan en los Archivos Diocesanos: una dependencia eclesiástica que custodia los libros de las parroquias, de acceso libre, y a donde, mediante citas concertadas, los investigadores van a consultar los libros directamente.
Ahora que ya os he revelado las fuentes de donde obtener la información puedo contaros qué información esperar de unos y de otros tipos de documentos, y cómo combinarlos entre sí para ir construyendo el "esqueleto" del árbol en sí. Tampoco es posible generalizar. Lo que quiero decir es que las partidas no siempre aportan la misma información. Cada sacerdote le aporta su estilo y es fácil encontrar estilos diferentes en una misma parroquia entre un sacerdote y el siguiente. Pero sobre todo, las diferencias grandes son con el paso del tiempo. Por ejemplo, una partida de bautismo del siglo XIX posiblemente no solo nos ofrezca los nombres de los padres, si no también los de sus abuelos y si estaban vivos o difuntos en el momento del bautismo del nieto mientras que una partida del XVI o principios del XVII raramente nos permite conocer los nombres de los abuelos. En cualquier caso, una vez conseguido el bautismo de una persona lo siguiente podría ser intentar encontrar la partida de matrimonio de sus padres. Este matrimonio no siempre tenia que ser anterior al bautismo de su hijo, pero era lo habitual. Y también dependiendo de la cantidad de hijos que tuviesen y el orden que el bautizado ocupase entre ellos, así aumenta en general el tiempo de margen del matrimonio. Con algo de suerte (menos suerte cuanto más reciente, más suerte cuanto más antigua es la partida) en la partida de matrimonio encontraremos la edad de los cónyuges y los nombres de sus padres. Esto no solo nos permitiría confirmar que los padres de los cónyuges son los que aparecían como abuelos del bautizado y saber que estamos ante la partida correcta, sino que podríamos determinar el año aproximado en que ambos cónyuges fueron bautizados y así iniciar una cadena de investigación de la rama. Habrá que cambiar de libros de la parroquia, y probablemente de parroquia, hasta que lleguemos al principio de la parroquia (al Libro I) y ya prácticamente se nos acabe la fuente de información de la que hemos bebido. Los libros de defunciones, igualmente dependiendo de la época, nos darán más o menos información. Las defunciones son más difíciles de localizar pero suelen aportar una "fotografía" de cómo queda la familia del difunto en ese instante: era viuda, estaba casado, pero sobre todo, te da una idea de su descendencia: cuantos hijos, unos casados, otros solteros, los casados: con quien lo estaban.
Y esa es, en resumen, la dinámica de la investigación para ir construyendo la estructura del árbol.

Genealogía, ¿cómo? (Parte I)

Esta historia empieza un día cualquiera de Semana Santa, en Ortigueira, hace más de un cuarto de siglo. Dos primos nos plantamos allí intentando localizar el origen de nuestro abuelo. Fuimos a donde nos parecía obvio: al Registro Civil, y a ver al cura de la parroquia. Recuerdo que en el Registro nos dejaron un libro viejo y allí fuimos pasando hoja tras hoja hasta completarlo y ver que allí nuestro abuelo, por el motivo que fuese, no estaba. Hoy, después de todo este viaje de años, puedo decir que nunca tuve tanta suerte como ese día. Nunca más me han dejado el libro para buscar la partida que me interesase. Generalmente, suele haber un celoso funcionario que o le das el dato más o menos mascado o te vuelves como has llegado: sin nada.  

Con el párroco tuvimos otra suerte singular. En este caso, en plena Semana Santa, nos despachó con un frio "No puedo atenderles que estoy preparando los oficios para esta tarde". Sin embargo, muy amablemente nos tomó los datos de nuestro abuelo y nuestra dirección postal, y nos prometió escribirnos y enviarnos lo que encontrase. Además, para que no nos fuésemos con la sensación de haber hecho el viaje en balde, nos indicó una casa vieja en el centro de aquella aldea donde vivía una señora que probablemente fuese prima de nuestro abuelo.  

Aquello fue un regalo que no supimos hasta donde llegaría. Allá nos fuimos. Ir a una casa de una abuela de parte del párroco fue casi como darnos las llaves de la casa. La señora nos hizo pasar y nos sacó todo un fajo de papeles viejos que a nosotros nos preocuparon más que aportarnos algo de información: escrituras de la casa, y sabe Dios que otros secretos había allí. La señora se excusaba por el desorden y no paraba de repetir que estaba todo como lo había dejado otra persona. Tanto lo repitió que no pudimos evitar preguntarle por ella. Nos indicó la dirección, y allá nos fuimos: nos plantamos en casa de este señor, que con el tiempo supimos que era una autentica autoridad, buen conocedor y estudioso de la Historia de la zona.  

Otra vez, nos plantamos en casa de alguien, esta vez de parte de una señora conocida en aquella aldea, a la que habíamos llegado de parte del cura. Este señor nos abrió la puerta de su casa, nos ofreció de beber y comer, y mientras iba sacando papeles y más papeles, que nos enseñaba y decía que nuestro antepasados tenían unos nombres que él leía con seguridad de una caligrafía que parecía más una nota taquigráfica o un papel redactado por un médico malhumorado y apresurado. A él le dejamos nuestro numero de teléfono al que dijo que llamaría cuando terminase de prepararnos unos documentos.  

Y así acabó aquella primera jornada en la que no pudimos determinar nada sobre el origen de nuestro abuelo, pero teóricamente nos iban a llamar y enviar información.  

Y nos llamó, y volvimos a su casa a recoger fotocopias, e incluso un dibujo de un árbol genealógico artesanal, que hizo dibujando circunferencias a partir una moneda de 25 pesetas (de las grandes). Aquel árbol, que aun conservamos como un valioso documento por el papel iniciático que supone, fue el embrión de toda una investigación de años. El sacerdote tambien nos escribió: no encontró la partida de bautismo de nuestro abuelo, pero sí algunas de otras personas que eran sus hermanos y a partir de las cuales pudimos conocer los nombre de algunos de nuestros bisabuelos y tatarabuelos.

Trepando por el árbol de los GIRGADO

 En estos últimos tiempos hemos avanzado bastante. Encontramos la partida de matrimonio de Domingo Xirgado con Antonia Carbaxa, que nos permitió saber que contrajeron matrimonio en 1676. Por ella supimos que los padres de Domingo eran Matías Xirgado y María del Varrio, mientras los de Antonia eran Juan Carbaxo y a Ynes del Rio. Tambien supimos que Domingo había nacido en 1652. Volviendo al primer libro de matrimonios de Pradorrey encontramos que en 1644 se casaron y velaron Matías y María, pero la partida matrimonial ya no aporta ni siquiera el nombre de sus padres. Saltando al libro de Bautismos (primero de Pradorrey) encontramos que en 1623 se bautizó Mathias y que es hijo de Bartolomé y de Ynes de Brazuelo. Aquí el asunto se tuerce porque aun no encontramos su matrimonio, aunque viendo la partida del de su hijo que no aportaba nada, poco podemos esperar. Solo hay dos Bartolomé Xirgado que valgan para ser padre de Matías: uno nació en 1566 y el otro en 1548. La suerte es que el padre de ambos se llama Juan Xirgado. Pero ya prácticamente estamos en el comienzo del libro y ya no solo poco podremos avanzar sino que los datos permiten avanzar en el árbol con alfileres: teorizando lo que tal vez haya podido ser.

Pero la que se nos está resistiendo, hasta la obsesión es Catalina Carro, que no la encontramos por ningún lado. No, al menos en Pradorrey donde los tres primos de Brazuelo, hemos focalizado la búsqueda. Catalina Carro es la esposa de Roque Jirgado (1677), matrimonio del que los tres descendemos. Pero decir Catalina Carro en Pradorrey en el siglo XVII es como decir María López a día de hoy. Encontramos varias, pero ninguna encaja en el matrimonio con Roque. Seguiremos buscando, por otros pueblos próximos.